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El presidente francés, Emmanuel Macron, proclamó abiertos los Juegos Olímpicos de París, pronunciando este viernes con la Torre Eiffel al fondo la fórmula protocolaria que señala oficialmente la inauguración de la quincena olímpica, en medio de una artística, disruptiva, emocionante y extensa ceremonia de inauguración que se vio coronada con el encendido de un pebetero que marcará un antes y un después.
"Yo proclamo abiertos los Juegos de París celebrando la XXXIII Olimpiada de los tiempos modernos", declaró el mandatario durante la ceremonia de apertura, tras los discursos del patrón de la organización de París-2024, Tony Estanguet, y del presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach.
"Los 16 días próximos, ustedes serán la mejor versión de la humanidad (...) hasta el 11 de agosto viviremos cada segundo con ustedes", dijo en su discurso, tras el izado de la bandera, Tony Estanguet.
Y aunque "las discriminaciones y conflictos no van a cesar" con los Juegos, los deportistas son la prueba de "cómo la humanidad es hermosa cuando se une", añadió.
"¡A partir de ahora, París-2024 les pertenece!", clamó el excampeón olímpico de piragüismo.
Con el Sena como escenario y el espectáculo aguado por la lluvia, París 2024 repasó los hitos de la historia de Francia siguiendo a un misterioso encapuchado que portaba la llama, con momentos de protagonismo para la Revolución, la literatura, el cine y un homenaje a mujeres como Simone Veil o Simone de Beauvoir.
El espectáculo concebido por Thomas Jolly se dividió en doce segmentos que se fueron sucediendo desde la salida de la delegación de Grecia, desde el puente de Austerlitz, a la cabeza de los 85 barcos que transportaron a las 205 delegaciones olímpicas.
Un caballero plateado que hizo todo el recorrido a galope sobre el agua -cuando los últimos atletas habían llegado ya a la parada final, el puente de Jena entre la torre Eiffel y los jardines del Trocadero- sirvió en la recta final para hacer repaso de la historia del olimpismo moderno, que también tiene raíces francesas gracias al barón Pierre de Coubertin.
Ese jinete llevó la bandera de los cinco anillos para ser izada frente a la torre Eiffel antes de que se escuchara el himno olímpico, los discursos oficiales y la declaración de apertura, que correspondió como es tradicional al jefe de Estado del país anfitrión, en este caso Emmanuel Macron.
El encapuchado con la llama llegó justo después, para entregársela al futbolista Zinedine Zidane, quien a su vez se la entregó al tenista español Rafael Nadal -desatando un pequeño momento de locura en el Trocadero- para llevarla de vuelta hacia el museo del Louvre junto a otras tres leyendas del deporte: Serena Williams, Nadia Comaneci y Carl Lewis.
Fueron finalmente los franceses Marie Jose Perec y Teddy Riner los encargados de prender el pebetero, un globo aerostático que se elevó al cielo en Tullerías, mientras en lo alto de la torre Eiffel hacía su aparición triunfal la canadiense Céline Dion, cantando el 'Hymne à l’amour' de Edith Piaf, con un portentoso chorro de voz pese a la grave enfermedad neurológica que padece.
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